Nuestra historia es de las cuales los grandes escritores se nutren para el resto de sus vidas,
y de las cuales emergen las canciones de desamor.
Provoque extraño, placer masoquista de sentir cosas tan tuyas, mías-nuestras,
como si hubiéramos venido a experimentarlas para entenderlas,
representarlas en nuestra propia obra artística,
y hacerlas nuestras,
en ciclos,
para siempre.
27 de agosto de 2013
20 de agosto de 2013
Grito desde el fondo del mar
Pareciera ser que...Basta, es mi mente de nuevo, tratando de resolver problemas que no entiende. Hechos cronológicos que pegan la vuelta, como si nunca hubieran pasado, como recreándose tratando de ser diferentes a lo que fueron. ¿Somos diferentes o somos los mismos? Y ¿qué es un recuerdo, más que una interpretación que se hace en el presente? Ya no alcanza, mi nariz llora por los aromas que nunca pudo sentir, y mi garganta pica por las cosas que quedan sin decir. Explota el cuerpo una vez más, reclamando atención, pidiendo que me ocupe de él, que le de lo que desea. Ya no me reconozco, ¿fui yo quien dijo eso?
¿Dónde están los cierres, dónde están los comienzos? ¿Estoy condenada a los mismos vaivenes para siempre? Tantos ingredientes y ninguna receta, tantas posibilidades y nada con qué satisfacer el hambre insaciable. Son siempre las mismas respuestas que nada responden, los mismos obstáculos riéndose de mí. Quiero demostrarles que se puede, quiero romper los límites, quiero cambiar. Quiero entender todo lo irresuelto, ubicar las piezas, darles sentido y razón para estar ahí, como si así pudiera encontrar el sentido de mi existencia, mis presentes, pasados y futuros. Las acomodo y se revuelven, rebeldes; se alejan. Andá si querés irte, ¿qué puedo hacer? Es como querer agarrar el aire con las manos, o evaporar las nubes con la mente... cosas imposibles como coherentes.
El problema es que hay algo en mi que no me deja perderlo de vista, mantengo las piezas en un mapa de conexiones infinitas, esperando que se revelen los caminos y las circunstancias, sosteniendo barriletes que quieren ir con el viento, no quedarse en la tierra. Veo cómo vuelan, veo cómo mutan, los veo flotar dejándose llevar por la corriente. Ellos existen en un universo paralelo, sobre la superficie, donde el sol brilla tan fuerte que el reflejo no los deja verme. Yo los observo desde el fondo, como una sirena que no puede caminar, como un ser mitológico que podría ser real si lo vieran. Aplastada por veinte mil palabras en la boca que a ellos nunca les interesó escuchar, y un tesoro escondido en lo más profundo de mi pecho latiendo... a punto de reventar.
7 de agosto de 2013
La leyenda del reencuentro
Y llegó una noche en que aquella Tierra tan eléctrica, ruidosa y acelerada, finalmente comenzó a apagarse. Observamos fascinados cómo lentamente disminuía la cantidad de brillo artificial a medida que las luces de las ciudades empezaron a reaccionar al fenómeno explosivo que habían provocado los pensamientos de sus habitantes. Poco después, los vehículos dejaron de recorrer frenéticamente las calles, reinando así la oscuridad, el desconcierto, y el silencio.
Recuerda que estos humanos no eran telépatas aún, y dependían de herramientas como los "teléfonos" y la "internet" para comunicarse. Por lo tanto, el período de transición fue un caos: Los humanos se encontraban desconsolados y desesperados. Las horas y los días -períodos de "tiempo" según ellos entendían-, pasaban sin que nadie supiera nada de lo que estaba aconteciendo. Algunos de ellos se atrevían a viajar distancias cortas a pie o en aparatos que no necesitaban electricidad para funcionar (llamados "bicicletas"), pero no conseguían ninguna información ni alivio para sus preocupaciones. Sin televisores ni computadoras con internet (medios que usaban para mantenerse comunicados, según ellos creían), no sabían cómo continuar sus vidas. Los bancos, que guardaban su "dinero" -un medio de intercambio- no estaban operando. Ya nadie podía trabajar, y aún así, nadie podía cobrar el dinero para alimentar a sus familias. Tuvieron que rebuscárselas para sobrevivir, creando comunidades e intercambiando talentos y servicios.
Una vez que lograron estabilizarse en la supervivencia, se encontraron llenos de remordimientos que nada tenían que ver con la vida ordinaria que habían perdido. Habían muchos padres que nunca habían demostrado afecto a sus hijos, y muchos hijos que no habían perdonado a sus padres. Habían muchos amigos que se extrañaban, y muchos amantes que no habían podido confesarse. En muchos casos, las "distancias" que ellos creían que los separaban eran grandes, y todos temían dejar sus casas: Lo último que los ataba. Pero el deseo del corazón era más fuerte, y al haberse erradicado las interferencias del planeta, poco a poco se fueron encendiendo sus luces internas. Fue así como los humanos empezaron a deambular por el mundo, emprendiendo viajes personales para encontrarse con esas personas con las que tenían asuntos pendientes. Recorrían lugares donde solían encontrarse, o donde había sucedido algo significativo para ambos, dejando marcas y mensajes para que pudieran ser rastreados. Muchos tuvieron que realizar arduas investigaciones antes de poder
siquiera acercarse a las personas que buscaban, pero eran ayudados y
acompañados por otros que estaban pasando por lo mismo. Otros optaron por esperar pacientemente en un mismo lugar, confiando.
Rápida o lenta, fácil o difícilmente, resultó ser que todos pudieron vencer las barreras que ellos mismos habían construído para separarse de sus seres queridos. Y cuando lo lograron, no tuvieron que darse explicaciones. Descubrieron, entre atónitos y felices, que la comunicación existía en niveles que ellos no eran capaces de comprender... y que encontrarse no era el objetivo ni el mérito de uno solo...
era el deseo de los dos.
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