Recorría el lugar laberíntico intentando encontrarla.
Sabía que ella estaba ahí, siempre estaba. Sus amigas lo habían mirado entre risas, simulando estar borrachas. Estaba demasiado oscuro, y ella era bastante escurridiza con su metro cincuenta y nueve y su pelo corto y negro. No importaba. La noche era larga, podía dar miles de vueltas o quedarse en un mismo lugar, el destino se encargaría.
Estaba seguro...bah, casi seguro, de que había una razón muy importante por la cual se habían conocido a través de Emiliano un mes atrás. Escuchaban la misma música, estaban en la misma salsa, se reían de las mismas estupideces, odiaban a los chetos, sus cuerpos encajaban tan perfectamente como si fueran una sola pieza partida en dos. No le interesaban las demás, había decidido que ella y sólo ella valía la pena. Se sentía privilegiado al haberla encontrado ¡Tan chiquita! ¡Tan especial!
Tenía que apurarse, tenía que lograr impresionarla como nadie. De nada servía acercarse a ella como lo hacían los demás: ellos eran tan idiotas que no se habían dado cuenta de lo increíble que era. Pero era para él, sólo para él. Sabía que podía estar en lo correcto, que esta vez podía volver a enamorarse.
La Chiquita lo vio deambulando. Le gustaba, sí. También le gustaba Emiliano, Juanjo...¡ah! y Mariano. Ni hablar de Pablo. No había razones para que él supiera que le encantaba su mejor amigo, ni que había estado ya en su cama. Después de todo, la Chiquita no tenía nada planeado, le daba lo mismo con quien se acostara la próxima vez. Hubiera jurado que no iba a terminar con él, pero al final de la noche, se conformó con lo que había y se atrevió a hacer una propuesta.
Él aceptó, aunque no quería cagar las cosas con ella. No quería que pensara que él era como los demás, que siempre quieren una sola cosa.
Sin embargo, una noche con la Chiquita era algo que no podía rechazar. Después de todo, era hombre ¡vamos!. Sentía que, aunque las cosas se dieran rápido, ella también podía enamorarse de él. La pasaban tan bien juntos...
El problema fue al mediodía.
Se despertaron aturdidos por el calor y la resaca. No la habían pasado mal, pero tampoco había sido lo que esperaban. De repente eran dos extraños en una cama de hotel. Él se despertó antes que ella, y no pudo volver a dormirse ni dejar de pensar. Cuando ella despertó, no dijo ni una palabra. La observó mientras se vestía y se prendía un pucho sin mirarlo. Quiso llamar su atención diciendo alguna pavada que no recordaba, pero ella se había vuelto helada. A la luz del día, la Chiquita había cambiado. O tal vez no... ella era real, tan real como él mismo. Todo lo especial que tenía se había ido al carajo. ¿Dónde estaba la pendeja dulce y divertida que le había movido el piso como ninguna?
Se sintió usado.
¿Yo usado?
¡Yo soy el hombre!
Chiquita, no te vayas...¿no querés ir a desayunar a algún lado?
Las palabras no salieron de su boca, se evaporaron en el momento en que ella saludó despreocupadamente y cerró la puerta, apurada.
¡Me cambió los roles la muy hija de puta!
¡Yo soy el hombre, ¿me escuchas? ¡YO!
Fue a la semana siguiente, cuando vio la expresión de culpa en la cara de Emiliano al contarle de su aventura, que terminó de comprender todo.
¿Especial? las pelotas.
Los personajes y la historia son pura ficción salida de un delirio causado por el extremo calor y la falta de inspiración para escribir algo como la gente. Sepan disculpar.
Dedicado con amor a todos los hombres pelotudos de este mundo que terminan con una putita creyendo que es el amor de sus vidas y se pegan un porrazo... Ojalá aprendan a distinguir mejor lo que les conviene de lo que no.
Suerte en la travesía de la estupidez humana,
Disenchanted.
7 comentarios:
Una cosa buena, no me identifico con las clase de hombres a la cual le dedicás el escrito.
Una cosa mala, abundan de esas mujeres. Siempre ese rol se le adjudica al hombre, por defecto. Pero es igual o mayor la cantidad de mujeres que son así.
Abrazo grande.
Creo que es una de esas cosas que valen para todos...pero bueno, una no tiene la culpa de dónde llega la inspiración.
Besos!
Suerrrrrte hombres!!! jaajjaja tal cual.
assssspera
Ja! Si habré estado del lado del flaco una y mil veces, jajajja.
Y, aunque intente portarme como la Chiquita... no me sale! Ya está el chip con sus códigos puestos, me lo dieron al nacer cuando le dijeron a mi vieja:"señora, es una nena" y con la beba venían los escarpines rosas, las muñecas, los cuentos de cenicienta y todas las pautas culturales que tratamos irrefrenablemente de voltear!
Me gustó mucho y me sentí identificada con eso de "sus cuerpos encajaban tan perfectamente como si fueran una sola pieza partida en dos". Fueron muchas las veces que sentí encajar perfecto, pero no :(
Besos!!
y bueno, cada tanto les tiene que tocar a ellos quedar mal parados...
:)
cada vez me convenzo mas de que somos todos mas parecidos de lo que pensamos...
me gustó especialmente la dedicación
saludos
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