Ladrillo por ladrillo vas construyendo una pared, midiendo el espacio, nivelando, emprolijando.Estas ocupado, pero te hace feliz el propio trabajo. Un día termina la construcción (o tal vez, te cansas de construír, llegó demasiado alto y necesitás parar); la miras, estas satisfecho.
Un día la pared se pone vieja...se deshace, se deforma, se despinta, deja de ser perfecta porque al fin tenés el tiempo de observarla y buscarle los defectos. Querías otra cosa, pero te salió así. Y ahora? Y ahora intentás darle la vuelta, intentás treparla. La pared te hace sentir encerrado, sin posibilidades, ya no hay nada por hacer, ya es muy tarde para empezar de nuevo. Y aunque te escapes sigue ahí, cada vez más destruída, porque los sueños que pusiste en ella ya no se reflejan ahí, se reflejan afuera. Tras pensarlo y pensarlo entre sus ladrillos sofocantes decidís que no queda otra opción que tirar esa pared abajo. Esa pared que construíste con tanto entusiasmo, a la que le dedicaste tanto tiempo y que entre cada fila de ladrillos tiene mil recuerdos. Te da cansancio el sólo pensar en empezar de nuevo. Te echas atras: " y si me quedo con la misma? quizás algún día vuelva a ser lo mismo de antes....no."
La decisión está tomada...y tengas el coraje para hacerlo vos mismo o no, se va a venir abajo...no queda otra que seguir construyendo, esperando que algún día, esa sea la definitiva. O acaso somos constructores innatos? no. Todos tenemos que aprender de cero, cada vez. son muy pocos aquellos que para sus primeras paredes piensan en todas las posibilidades que se ajusten a sus necesidades...