Yo envidio a las personas que logran pasar desapercibidas en cualquier lugar. Que al entrar a una habitación nadie se mosquea. Esos que son tan escurridizos que un segundo los ves y al otro no estan más, aquellos que aunque estén hablando fuerte, no despiertan la curiosidad de los demás. De esa gente que a menos que la veas treinta y dos veces y te repitan el nombre cincuenta y seis, no los registrás. La mayoría de ellos piensan que corren en desventaja; pero no se pusieron a pensar en los beneficios de la situación: si pasan un papelón, nadie se va a acordar. Si se cruzan con alguien que no quieren ver, se mezclan con facilidad en la multitud. Si están en un recital y quieren llegar adelante, no hay nadie que los mire mal o los empuje por colarse. Son pocas las veces que salen perjudicados, aunque no sean concientes de ello. Además esta gente, cuando logra captar la atención de alguien en particular, pueden estar tranquilos de que esa persona no los va a olvidar jamás. La otra persona siente que descubrió algo especial al notar a esa misteriosa criatura.
En el extremo opuesto están los famosos; en el medio, la gente que llama la atención sin querer (a.k.a, yo). Porque es linda, porque es fea, porque se viste raro, porque es alta, porque tiene risa extraña, porque les cae bien, porque les cae mal (inserte aquí razones por las cuales alguien no pasa nunca desapercibido). Creo que al sobresalir tanto, los demás quedan obnubilados, se pierden en lo que ven y escuchan, creen que eso es todo lo que hay. Por lo tanto no se esfuerzan en conocer lo que hay detrás de todo eso...y casi nunca llegan a descubrir lo intrincada y especial que esa persona (a.k.a, yo) puede ser.
Entonces cuanto más visibles somos en el exterior, más invisibles somos en el interior para el resto.
Creo.
(escrito en un apuro y de muy mal humor)