5 de noviembre de 2009

El secreto de las moscas



Dicen que las cosas más difíciles de decir son “perdón”, “ayuda”, “gracias” y “te quiero”.

No es difícil decir estas cosas por separado; de hecho, es totalmente cotidiano agradecer un favor, disculparse por un error, expresar cariño, y pedir ayuda para realizar alguna tarea.
Pero cuando a causa de una sola situación nos gustaría poder decir todas esas cosas juntas, casi vomitándolas para sacarlas del sistema, creo que se debe a que tienen la misma raíz: no animarse a admitir y decir “tengo un problema”.

No admitimos el problema (ni siquiera a nosotros mismos) porque en realidad no somos conscientes de él (¿o no queremos creerlo?). Eso, claro, hasta que después de muchos golpes contra la pared, decepciones, broncas, negociaciones y depresiones nos admitimos a nosotros mismos que algo está mal, pero sin embargo, lo negamos y/o ocultamos ante los demás. Entonces, el problema básico (que es aceptado interiormente pero negado exteriormente) causa problemas más superficiales quizás, pero no por eso menos importantes.
Los problemas superficiales son los que intentamos resolver enseguida, porque son los que andan molestando todo el tiempo como moscas dando vueltas alrededor de algo bien podrido; hablamos inútilmente sobre ellos torturando los oídos de nuestros amigos, psicólogos, familiares y quien se interese por escucharnos antes de quedar confundidos y cambiar de tema. Pero nadie tiene la solución, nadie sabe dar una respuesta. ¿Moscas? Cosa de locos, ya se te va a pasar, te dicen.

Llegamos a un punto en que cansados, nos rendimos, absorbemos todos los sub-problemitas hasta incorporarlos y decir “YO SOY ASÍ”, (“sí, soy así, tengo un millón de idioteces en la cabeza que nunca comprenderás porque a vos no te pasan”; “no, no podés ayudarme, nadie puede”; “O me querés como soy o te jodés”) como si esa fuera la única explicación o excusa. Pero la verdad es que uno es lo que es a causa del principal problema al que no queremos prestarle atención porque sentimos que va más allá de nuestras manos, porque no tiene solución (¡NI LO SUEÑES! ¡NO HAY!) y tendremos/tendrán que convivir con él por las buenas o por las malas.

“Tengo un problema. Perdón por el daño que mi problema pudo causarte. Necesito ayuda. Gracias, te quiero.”


¿Por qué nunca llegamos a decirlo a tiempo?


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta verdad....cuánta. Como comprendo tus palabras, en este momento de mi vida me llegan muy muy profundo..
un beso!

m. dijo...

Creo que perdí mi capacidad de decir te quiero.

Diego - Cerdos y Cerdas - dijo...

Yo necesitaría recuperar la palabra perdón

M. dijo...

Lo peor, creo yo, sin cuestionar nada de lo que usted dice, es que uno esté acostumbrado a decir cada una de esas cosas sólo por decirlas, sin sentirlas. A mi no me gusta la gente que pone como excusa un "soy así". A veces me da asco verme imposibilitado de resolver una situación y encontrarme a mi, diciendo eso que tan poco me gusta de los demás.

Anónimo dijo...

qué buen texto!

totalmente de acuerdo...y genial la frase genial

L dijo...

me ennncanta la estetica de este blog.
voy a seguir chusmeando,
saludos