29 de enero de 2010

Se fue todo al RE carajo

Y sí, ustedes me viven diciendo "es que vos estás desencantada", "¿por qué tanto desencanto?".

¿Pero en serio no saben? ¿Necesitan que les diga por qué?
¡¿¡¿¡EEHH EHH?!?!?!?



Les voy a decir por qué.
(A pesar de que estoy muy bien, gracias, y no les estoy reprochando nada, estoy hablando por la COMUNIDAD FEMENINA que tiene que aguantárselos todos los santos días).

El tema es que:

Antes se te acercaban en la calle, en los bares, en los recitales, en las plazas, en la playa: básicamente, en cualquier lado.

Ahora se te acercan solamente : 1-En situación de boliche/bar. 2-Porque conocen a alguien que vos conoces.

Antes te pedían el teléfono y te llamaban.

Ahora te piden el MSN y no te hablan, o tardan años en contestar (aunque sabes que estan re al pedo haciéndose los interesantes).

Antes te invitaban a salir, a comer, a tomar algo.

Ahora pretenden “cruzarte” en algún lado, como quien no quiere la cosa.

Antes te preguntaban cosas para conocerte mejor.

Ahora se hacen los gatos hablando de sí mismos.

Antes te dejaban pasar primero por caballeros.

Ahora te dejan pasar primero para mirarte el culo.

Antes te decían o te hacían saber que les gustabas.

Ahora te histeriquean o te hacen escenas de celos.

Antes te regalaban cosas.

Ahora te piden que les cocines.

Antes se peleaban con otros por conquistarte.

Ahora se hacen apuestas a ver quién te coje más rápido.

Antes te decían cosas románticas.

Ahora te dicen guarangadas.

Antes cuando chapabas, mantenían las manos en la cintura.

Ahora si no te tocan el culo son unos boludos.

Agregado por lectores:

Antes se casaban después de dos años de noviazgo. A los 28 ya tenían dos hijos.
Ahora a los 32 siguen viviendo en casa de mamá y papá, jugando a la Play con los amigotes y saliendo al after los miércoles.


Estan todas invitadas a seguir aportando a la lista. (Y ustedes están invitados una vez más, a decirme que no los ponga a todos en una misma bolsa).

****piensa****....

Antes te decían las cosas como eran.

Ahora te dicen lo que querés escuchar.




22 de enero de 2010

La Chiquita

Recorría el lugar laberíntico intentando encontrarla.
Sabía que ella estaba ahí, siempre estaba. Sus amigas lo habían mirado entre risas, simulando estar borrachas. Estaba demasiado oscuro, y ella era bastante escurridiza con su metro cincuenta y nueve y su pelo corto y negro. No importaba. La noche era larga, podía dar miles de vueltas o quedarse en un mismo lugar, el destino se encargaría.

Estaba seguro...bah, casi seguro, de que había una razón muy importante por la cual se habían conocido a través de Emiliano un mes atrás. Escuchaban la misma música, estaban en la misma salsa, se reían de las mismas estupideces, odiaban a los chetos, sus cuerpos encajaban tan perfectamente como si fueran una sola pieza partida en dos. No le interesaban las demás, había decidido que ella y sólo ella valía la pena. Se sentía privilegiado al haberla encontrado ¡Tan chiquita! ¡Tan especial!

Tenía que apurarse, tenía que lograr impresionarla como nadie. De nada servía acercarse a ella como lo hacían los demás: ellos eran tan idiotas que no se habían dado cuenta de lo increíble que era. Pero era para él, sólo para él. Sabía que podía estar en lo correcto, que esta vez podía volver a enamorarse.

La Chiquita lo vio deambulando. Le gustaba, sí. También le gustaba Emiliano, Juanjo...¡ah! y Mariano. Ni hablar de Pablo. No había razones para que él supiera que le encantaba su mejor amigo, ni que había estado ya en su cama. Después de todo, la Chiquita no tenía nada planeado, le daba lo mismo con quien se acostara la próxima vez. Hubiera jurado que no iba a terminar con él, pero al final de la noche, se conformó con lo que había y se atrevió a hacer una propuesta.

Él aceptó, aunque no quería cagar las cosas con ella. No quería que pensara que él era como los demás, que siempre quieren una sola cosa.
Sin embargo, una noche con la Chiquita era algo que no podía rechazar. Después de todo, era hombre ¡vamos!. Sentía que, aunque las cosas se dieran rápido, ella también podía enamorarse de él. La pasaban tan bien juntos...

El problema fue al mediodía.
Se despertaron aturdidos por el calor y la resaca. No la habían pasado mal, pero tampoco había sido lo que esperaban. De repente eran dos extraños en una cama de hotel. Él se despertó antes que ella, y no pudo volver a dormirse ni dejar de pensar. Cuando ella despertó, no dijo ni una palabra. La observó mientras se vestía y se prendía un pucho sin mirarlo. Quiso llamar su atención diciendo alguna pavada que no recordaba, pero ella se había vuelto helada. A la luz del día, la Chiquita había cambiado. O tal vez no... ella era real, tan real como él mismo. Todo lo especial que tenía se había ido al carajo. ¿Dónde estaba la pendeja dulce y divertida que le había movido el piso como ninguna?

Se sintió usado.
¿Yo usado?
¡Yo soy el hombre!
Chiquita, no te vayas...¿no querés ir a desayunar a algún lado?
Las palabras no salieron de su boca, se evaporaron en el momento en que ella saludó despreocupadamente y cerró la puerta, apurada.
¡Me cambió los roles la muy hija de puta!
¡Yo soy el hombre, ¿me escuchas? ¡YO!

Fue a la semana siguiente, cuando vio la expresión de culpa en la cara de Emiliano al contarle de su aventura, que terminó de comprender todo.

¿Especial? las pelotas.





Los personajes y la historia son pura ficción salida de un delirio causado por el extremo calor y la falta de inspiración para escribir algo como la gente. Sepan disculpar.

Dedicado con amor a todos los hombres pelotudos de este mundo que terminan con una putita creyendo que es el amor de sus vidas y se pegan un porrazo... Ojalá aprendan a distinguir mejor lo que les conviene de lo que no.

Suerte en la travesía de la estupidez humana,


Disenchanted.