19 de noviembre de 2012

La puerta



Our minds bend
And our fingers fold
Entwined, we dream
I know




Ella se volteó y no se sorprendió demasiado, porque el encuentro, a fin de cuentas, había sido orquestrado por fuerzas mayores. No había dudas de las probabilidades, no tenía apuro ni preocupaciones. Pero aquí estaba el momento. Lo vio pasar entre la gente, y se dio cuenta de que él estaba ahí, y que eso era todo lo que importaba. Todo lo que sabía. Todo lo que existía. Él, ahí. En ese momento. Tal cual como ella lo había deseado.Y como si nada, como si no hubiera nadie alrededor, como si no hubiera nada que pudiera impedírselo, como si no importara su reacción ni su propia reputación, como si no tuviera ningún miedo ni inseguridad, como si no hubiera futuro o como si fuera algo natural, apoyó sus manos en las mejillas de él, acariciándolo mientras lo miraba en completa admiración, y lo besó suavemente. La respiración caliente, la suavidad de los labios y las lenguas, la dulzura segregada por la culminación de una larga espera. Esto estaba sucediendo de verdad.

Él se sorprendió, pero no se resistió. Cuando ella volvió a mirarlo, observó que gesticulaba, que su boca se movía, y podía oír ciertas palabras sueltas de lo que él decía, aunque no estaba prestándoles atención. Estaba inmersa en su amor por él. Él decía cosas que ella no podía escuchar, porque eran banalidades... quién sabe de qué estaba hablando... sonidos sin significado. Lo que ella sentía, no podía ponerse en palabras. La sensación de tenerlo tan cerca, de tocarlo, de besarlo, era maravillosamente abrumadora. Ella sonreía estúpidamente, y él le hablaba, aunque no fuera propio de él ser tan hablador. ¿Estaría nervioso? Sólo podía sentir ternura, y percibió que él podía sentir algo de lo que ella estaba emanando, que no podía no sentir algo.
Ella le dijo "Te amo" y lo volvió a besar, disfrutando de los pliegues y los despliegues, mordiendo, jugando, transmitiendo. Al despegar sus labios nuevamente, el volvió a hablar, pero ella siguió sin escuchar. Este momento era todo lo que existía, y necesitaba decírselo. "Sos hermoso", le dijo, y lo besó de nuevo. No sabía qué estaba diciendo, o no podía recordarlo, pero lo que sí entendía era que él le hablaba, le sonreía, la besaba y no se resistía, aunque él tampoco pudiera escuchar lo que ella le estaba diciendo. No podía hacer otra cosa más que amarlo, dijera lo que dijera, hiciera lo que hiciera. Finalmente él dijo algo que ella pudo captar, y pudo responderle: "sos el mejor". Y sintió que él por primera vez la escuchó, y la besó con más ganas. La respiración se volvió profunda, sus cuerpos se apretaron y la energía de la conexión los envolvió en un remolino de éxtasis.

El tiempo cambió, y ella escribió en el suelo: Solamente quería decirte que sos hermoso.
Y cuando cerró la puerta tras suyo, sintió una amenaza: alguien quería entrar. Sujetó el picaporte, pero por alguna razón, lo sujetó para abajo, facilitando a que la figura amenazadora abriera la puerta. Era inevitable que entrara. Cerró los ojos y gritó: ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOO!!

Cuando despertó, pensó. ¿Y si no era una amenaza? ¿Y si era él? ¿Y si asustarme impidió que volviera?
Entonces comprendió que si existía esa probabilidad (y debía considerarla), su propio miedo había impedido el reencuentro.

Ella había logrado acudir a él y serle sincera.
Pero cuando él había acudido a ella... le había sido tan imposible creerlo, que en su mente, lo habia convertido en el enemigo.

Y entonces escribió:

Si querés que pase, dejame entrar.
Si querés entrar, golpeá la puerta.
Yo voy a estar tratando de abrirla y mantenerla abierta.
Pero sabe, que cuando quiero, quiero para siempre.
Y te lo demuestro solamente hasta donde vos me dejes. 

La noche siguiente estaban cerca de nuevo, aunque ella no era consciente de poder elegir, como de costumbre. Las cosas parecían estar como siempre, pero él había cambiado. ¿El mensaje habría llegado finalmente? Esta vez, fue él quien la besó repentinamente. Y ella lo dejó entrar.