Él estaba parado junto a la barra, bebiendo el quinto vaso de fernet con coca. La noche había comenzado horas antes, aunque parecían siglos. Cansado de su rutina, después de un largo día de trabajo, quiso llenar de alcohol el vacío que sentía dentro. Ya no buscaba “estar por estar”, quería algo más. Sentía impotencia mientras miraba a su alrededor, observando el humo de colores envolviendo la multitud. Las risas de sus amigos, la botella de cerveza vacía, las chicas de mirada insinuante, un grupo de hombres rodeando dos chicas, como predadores sobre sus víctimas. Bebió hasta hacer fondo blanco, cerró los ojos. Quería perderse en la nebulosa de rayos fluorescentes y dejar que la música sonara tan fuerte que pudiera enjuagar todos sus pensamientos. Abrió los ojos con un largo suspiro, se sentía mareado. Tiró el vaso al piso y se acercó a la pista. Ahí la vio. Ella bailaba como ninguna, girando, saltando, moviendo todo el cuerpo con gracia. Parecía estar ebria, pero no le daba vergüenza. Sonreía pícaramente, sacudiendo la cabeza, su pelo le caía sobre los ojos, tenía la remera desacomodada, los jeans rotos, y el maquillaje corrido. Era un desastre…un hermoso desastre. No era como las demás, siempre preocupadas por estar perfectas, bailando apenas moviendo los pies, o subiéndose a los parlantes para llamar la atención. Ella brillaba sola. Parecía ser parte de la música, en ese momento no existía nada más que el ritmo de su cuerpo. Y era demasiado para él. Una chica así nunca lo miraría, pensaría que es un estúpido por acercársele e intentar hablarle. Seguro tenía novio y estaba cerca, vigilándola, una chica así NO podía estar sola. La vio negar con la cabeza cuando se acercó un grupo de buitres hambrientos. Entonces se resignó. Miró a su alrededor y empezó a alejarse, cuando una chica que había tenido a su lado todo el tiempo mirándolo fijamente (pero que él no había notado), prácticamente se le tiró encima, y le susurró algo al oído, sonriendo. Él, débil, solo, desesperado… le devolvió el beso.
Ella estaba cansada, pero se obligó a salir. No se había arreglado demasiado, ya no valía la pena. ¿De qué le servía, si al final siempre atraía el mismo tipo de hombre? No le interesaban sus chamuyos, sus discursos preparados, sus preguntas de compromiso, sus mentiras para llevarla a la cama. Estaba decidida a divertirse con sus amigas esta vez. Mientras se soltaba de la mano de algún borracho que la había agarrado de prepo al entrar, lo vio contra la barra, pensativo, con la mirada perdida. Raro, lindo. Le pareció que estaba mirando a una rubia que llevaba un vestido escotado. Pero sabía que no iba a ir a buscarla, estaba relajado, no estaba juntando coraje ni buscando una presa. Él solamente estaba ahí, creyéndose invisible cuando cada chica que se acercaba estaba intentando llamar su atención alevosamente. Ella pasó frente suyo, mirándolo tímidamente por un segundo, pero él no la notó. Pensó que de cualquier forma, él era demasiado para ella, y lamentablemente ese era el tipo de hombre que no podía atraer, el que más deseaba, el 1 en 1 millón, el paquete completo. Se dispuso a bailar y divertirse con sus amigas, olvidándose de los hombres; al fin y al cabo, ya no eran su propósito. Bailó, rió, se divirtió, se emborrachó… y cuando volvió a verlo, él estaba con otra. No se sorprendió. Chicos como ese estaban prácticamente extintos, era imposible que estuviera solo…mucho menos que le prestase atención a ella.
Horas más tarde ambos llegaron a sus casas, y se fueron a dormir con la amargura de saber que todo iba a seguir igual, con la vergüenza de haber estado con alguien que no les interesaba, con la culpa de no haberse acercado a quien sí…con el mismo vacío de siempre.
Horas más tarde ambos llegaron a sus casas solos, solos… sin saber.
Dedicado a Gastón, gracias por inspirarme para crear.
5 comentarios:
"solos...sin saber"
esa insipidez tirando a amarga
Me gustó este desencanto
Una preciosura de post. Casi se me pianta un lagrimón y todo.
Muchas gracias por los comentarios ^^
Querido fantasma de Belgrano, es muy difícil de creer a veces pero siempre hay un roto para un descocido. Basta con salir a la calle y observar las parejas. ¿Sabe cuántas más podrían formarse si todos tuviéramos telepatía u ojos en la espalda?...
Que lindo.....muy linda historia, muy real...los miedos paralizantes, esos que tenemos todos, que estupidos, no?
en fin...
un saludo!
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