7 de agosto de 2013

La leyenda del reencuentro

Y llegó una noche en que aquella Tierra tan eléctrica, ruidosa y acelerada, finalmente comenzó a apagarse. Observamos fascinados cómo lentamente disminuía la cantidad de brillo artificial a medida que las luces de las ciudades empezaron a reaccionar al fenómeno explosivo que habían provocado los pensamientos de sus habitantes. Poco después, los vehículos dejaron de recorrer frenéticamente las calles, reinando así la oscuridad, el desconcierto, y el silencio. 

Recuerda que estos humanos no eran telépatas aún, y dependían de herramientas como los "teléfonos" y la "internet" para comunicarse. Por lo tanto, el período de transición fue un caos: Los humanos se encontraban desconsolados y desesperados. Las horas y los días -períodos de "tiempo" según ellos entendían-, pasaban sin que nadie supiera nada de lo que estaba aconteciendo. Algunos de ellos se atrevían a viajar distancias cortas a pie o en aparatos que no necesitaban electricidad para funcionar (llamados "bicicletas"), pero no conseguían ninguna información ni alivio para sus preocupaciones. Sin televisores ni computadoras con internet (medios que usaban para mantenerse comunicados, según ellos creían), no sabían cómo continuar sus vidas. Los bancos, que guardaban su "dinero" -un medio de intercambio- no estaban operando. Ya nadie podía trabajar, y aún así, nadie podía cobrar el dinero para alimentar a sus familias. Tuvieron que rebuscárselas para sobrevivir, creando comunidades e intercambiando talentos y servicios. 

Una vez que lograron estabilizarse en la supervivencia, se encontraron llenos de remordimientos que nada tenían que ver con la vida ordinaria que habían perdido. Habían muchos padres que nunca habían demostrado afecto a sus hijos, y muchos hijos que no habían perdonado a sus padres. Habían muchos amigos que se extrañaban, y muchos amantes que no habían podido confesarse. En muchos casos, las "distancias" que ellos creían que los separaban eran grandes, y todos temían dejar sus casas: Lo último que los ataba. Pero el deseo del corazón era más fuerte, y al haberse erradicado las interferencias del planeta, poco a poco se fueron encendiendo sus luces internas. Fue así como los humanos empezaron a deambular por el mundo, emprendiendo viajes personales para encontrarse con esas personas con las que tenían asuntos pendientes. Recorrían lugares donde solían encontrarse, o donde había sucedido algo significativo para ambos, dejando marcas y mensajes para que pudieran ser rastreados. Muchos tuvieron que realizar arduas investigaciones antes de poder siquiera acercarse a las personas que buscaban, pero eran ayudados y acompañados por otros que estaban pasando por lo mismo. Otros optaron por esperar pacientemente en un mismo lugar, confiando.

Rápida o lenta, fácil o difícilmente, resultó ser que todos pudieron vencer las barreras que ellos mismos habían construído para separarse de sus seres queridos. Y cuando lo lograron, no tuvieron que darse explicaciones. Descubrieron, entre atónitos y felices, que la comunicación existía en niveles que ellos no eran capaces de comprender... y que encontrarse no era el objetivo ni el mérito de uno solo...  
era el deseo de los dos.




1 comentario:

Anónimo dijo...

http://mividaesteinfierno.blogspot.com.ar/

soy yo!